Atrevernos a pedir ayuda es un acto de valentía y no de cobardía como muchos piensan.
Un niño pequeño intentaba, con mucha dificultad y sin éxito, levantar una pesada piedra. Su padre, observando el fracaso de su hijo, le preguntó: – “Estás usando toda tu fuerza?” – «Sí,” respondió el niño con impaciencia. – “No, no lo estás haciendo,” contestó el padre. “Yo estoy aquí esperando, y aún no me has pedido que te ayude.”
En ocasiones, debemos dejar de lado nuestro orgullo y nuestra «fuerza» para poder pedir ayuda a las personas que nos rodean. Deberíamos aprender que no siempre podremos resolver todos los problemas solos.
El «dar» y el «recibir» nos puede ayudar y mucho ya que es un aprendizaje importante para la vida.
Besos y Abrazos
Muy acertada la reflexión para estos tiempos en que vivimos el individualismo a nivel exponencial y olvidamos que una cuerda triple es más difícil de partir. Muchas gracias Montse.